Hay un solo camino, la educación. Opinión
Por Guillermo
Jaim Etcheverry. Miembro de la Academia Nac. de Educación, ex rector
UBA
Nuestro país
enfrenta al menos tres serios problemas en materia de educación: 1) contamos
con relativamente pocas personas con educación secundaria y universitaria
completa; 2) es muy marcada la desigualdad que existe en la distribución de la
educación en relación con el nivel socioeconómico de las familias; 3) la
calidad de la educación de quienes la han recibido es deficiente en comparación
con la de sus pares de países con similar grado de desarrollo. Además, las
diferencias entre las regiones de la Argentina son muy marcadas. Por lo tanto,
nuestro principal desafío es el de lograr educar a más personas garantizando la
equidad y mejorando la calidad de lo que se aprende.
¿Cómo hacerlo? Poco tiempo atrás el famoso
pedagogo italiano Francesco Tonucci señalaba: “No necesitamos ni buenas ni
nuevas leyes de enseñanza. Necesitamos buenos maestros. Si alguien puede
cambiar la escuela es el maestro”.
Efectivamente, la prioridad absoluta es
contar con buenos docentes. Para lograrlo resulta esencial que su tarea sea
valorada por la sociedad, que se confíe nuevamente en la importancia de la educación.
No en la de una simple certificación sino en la labor cotidiana de aprender, a
veces entretenida, otras no tanto, pero siempre interesante. Es el buen docente
quien hace atractivo aprender porque sabe mucho sobre algo y transmite al
alumno ese entusiasmo por lo que conoce. Esa pasión es la que despierta en el
alumno el interés por saber y lo impulsa a realizar el esfuerzo de aprender.
Pero ningún progreso será posible si la
educación carece de un sólido sustento social, si no se renueva el contrato en
el que se fundamenta: padres aliados con maestros para educar a los chicos. Esa
alianza hoy se ha transformado ya que los padres están alineados con sus hijos
en contra de la institución escolar. A esto se une el desprestigio en el que ha
caído el logro académico, razón por la que es muy escaso el reclamo de calidad
educativa para los propios hijos a quienes los padres consideran muy bien
educados a pesar de la crisis que, al mismo tiempo, dicen advertir en el país.
Por eso, la recreación de un núcleo sólido de
revalorización de la educación constituye el desafío más trascendente que
enfrentamos. Esa constituye sin duda nuestra meta estratégica más importante.
Las modificaciones pedagógicas son meros instrumentos cuyo éxito dependerá de
que se logre reconstruir la imprescindible confianza social en la educación,
hoy lamentablemente casi perdida.
02/09/16
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