CREÍ QUE SE TRATABA DE GATITOS

Por: Piolín de Chorizo (Docente de la FICH, cripto-budista)

    -¿Se puede saber en qué estás metido? – me increpó Tomate Cherry – Hace rato te pedí que sacaras tus cosas de la mesa. Tu familia quiere cenar.

     -¡¡¡Síííí!!! ¡¡¡Tenemos hambre!!!! – afirmó un vozarrón que venía del dormitorio. Además – decía el menor mientras venía trotando, descalzo y solamente vestido con un short y una sudadera de básquet (el termómetro del patio marcaba 3ºC bajo cero, y el de adentro 3 sobre cero) – estamos podridos de que las milanesas salgan crudas, o quemadas, o que el puré de las papas esté grumoso, o la sopa fría y el guiso helado, todo porque el señor hidrólogo se entretiene leyendo, o escribiendo, o boludeando con su computadorita.

    -No me jodan. Se come y se hace lo que se puede. Entre el alquiler, el impuesto a las ganancias, lo que ustedes morfan y la ropa con etiquetas importantes que les gusta usar, tu vieja y yo necesitamos dos trabajos. Somos docentes, no alumnos. Agarrá la pala.

    -¡Pará que yo no me quejo, eh! – saltó Tomate Cherry, con la garra de una leona defendiendo a su cachorro. – El que está en falta sos vos. Además, el nene (el nene tiene veinte años, no bebe ni fuma ni se droga, y quiere que le planchen la camisa cuando sale de caravana, además de usar mi perfume) tiene razón. El pobre se la pasa estudiando todo el día, todos los días, y necesita una buena nutrición.

    -¿Puede saberse por qué el que está en falta soy yo?

    -Porque el que habló de guita sos vos, y ese no era el tema. Y el que llora miserias sos vos, y la culpa de ganar apenas un poco más que un empleado de comercio la tienen vos y tus compañeros y tus dirigentes. Pero del tema ya hablamos, ¿no? Así que sacá tus papeles y tu maquinita de la mesa y dejá de perder el tiempo en tonterías (no era esa, exactamente, la palabra que empleó mi Tomatito Cherry).

     -No son tonterías. ¿Sabés que hay elecciones?

     -Hubo elecciones. Legislativas. ¿Será posible que ya no te acuerdes?

    -¡¡¡No!!! En la facultad. Vamos a votar al Consejo Directivo, y los consejeros electos votarán, a su vez, al Decano y su vice.

    -No estoy muy enterada de la política universitaria – decía Tomatito, mientras yo sacaba la notebook de la mesa, ella depositaba una gigantesca parva de milanesas de dos tipos, vaca y pollo, una palangana de puré y otra de arroz y un fuentón de ensalada, el nene mayor (24 años, eructador compulsivo y noctámbulo vocacional) acomodaba los platos, vasos y cubiertos y el nene menor seguía protestando sotto-voce porque las suelas de sus zapatillas de salir estaban sucias.

     -Es como el colegio electoral de principios del siglo pasado. Al ser elecciones indirectas, todo se transforma en un gigantesco contubernio apto para el chanchullo, el negociado, la mala sorpresa y el disgusto. En la época de la Reforma no se conocía otra cosa, y los reformistas y las autoridades todavía siguen fogoneando los colegios electorales universitarios, el voto cantado y todos esos artículos de museo, apolillados y con olor a naftalina y restos de formol. Y lo que pasa en las facultades también pasa en el Consejo Superior, Honorable él. Los que eligen al rector son los consejeros superiores.

    -Pero che – interrumpió Tomatito mientras intentaba rescatar una punta de milanesa demasiado quemada que restaba en la fuente – no entiendo porqué la votación indirecta predispone al chanchullo y todo eso. Se supone que si ustedes eligen a los mejores de entre sus pares, y éstos a su vez eligen a los mejores de entre los suyos, por carácter transitivo (al fin y al cabo Tomatito es maestra) el elegido final será el mejor-mejorórum, tanto en la Facultad como en la Universidad. ¿O no?

      -Definitivamente no. Esa era la idea primigenia, pero fue rápidamente pervertida. En primer lugar, la ingeniería electoral exige que la gestión actual elija a su sucesor, por una simple cuestión empresarial. Al mismo tiempo, elige a los candidatos a nuevos consejeros y los impone a los súbditos, de modo tal que éstos los voten. En segundo lugar, se impone el concepto medieval de “ciudadanía universitaria”. Es decir, si no sos docente por concurso de antecedentes y oposición, no tenés derecho al menor pataleo y ni hablar de tener voz y/o voto. Sos siervo de la gleba.

      -¡¿Qué?! ¿Ustedes tienen muchos interinos y contratados? ¿Y no pueden opinar?

      -La mayoría. Pero “afortunadamente”, están habiendo concursos entre la gente del palo así hay más votos para los consejeros propuestos por la gestión y, al mismo tiempo, más posibles consejeros adictos. Eso sí que es ingeniería. Compleja y de la mejor – comenté admirativamente.

      -Me resulta difícil creer que pasen cosas así entre ustedes, preclaros y paradigmáticos prohombres, depositarios del saber y movedores de los mojones que marcan los límites del conocimiento.

     -No me cargues, que bastante cargado estoy ya. Por suerte, los candidatos han condescendido y nos llamaron para convencernos de que son los mejores.

      -¿En serio? ¿Y fueron?

      -No podíamos no ir. Después de todo, uno de ellos será nuestro decano.

      -¿Y? ¿Notaste alguna diferencia entre las dos propuestas?

      -Por supuesto. Uno de ellos pensaba profundizar lo que la gestión había hecho bien y corregir lo que había hecho mal.

      -¿Y la otra?

     -Estrictamente al revés. La idea es corregir lo que la actual gestión está haciendo mal y profundizar lo que está bien.

      Ahí fue cuando Tomatito Cherry y yo quedamos mirándonos, estupefactos, tratando de descubrir qué quise decir con lo que dije. En esos pocos e interminables segundos me miré para adentro e intenté descifrar si lo mío había sido un lapsus linguae, una ironía, un error de concepto, una visión equivocada de la realidad, o una visión correcta de la realidad, o una muestra simple de mi estupidez. Y Tomatito me preguntó, casi susurrando y mirándome de reojo:

      -¿Qué es lo que está bien para uno de ellos?

      -Casi todo.

      -¿Y qué está mal para el otro?

      -Casi todo.

      -Estás en un aprieto, hermano. Sobre todo si no podés votar a tu candidato.
   
      -No. Puedo votar a los consejeros, eso sí.
  
      -¿Y ahí? ¿Notaste alguna diferencia?

    -Claro. Conozco a la mayor parte de los consejeros actuales. De acuerdo al resultado de las anteriores ingenierías electorales, la mayor parte de ellos es funcional a la gestión. Son una especie de escribanía de gobierno, diseñada exclusivamente para refrendar las ideas del poder ejecutivo.

      -Entonces, las de ahora, ¿son candidaturas “testimoniales”?

    -No. Nadie va a renunciar para que asuma el consejero suplente. Van a estar ahí, si ganan, levantando la mano, asintiendo juiciosamente, sesionando en comisión y admirándose de lo maravillosa que es la democracia universitaria.

      -Pero no, Piolincito mío. No digo que los nuevos renuncien a favor de los suplentes. Digo que van a estar pero no van a estar, sus cerebros habrán migrado a negocios más importantes y sus cuerpos quedarán ahí para levantar la mano, si la cosa es como me contaste.

      Ahí fue cuando tuve una visión terrorífica. Vi una sala no muy grande, con un cartelito al lado de la puerta de entrada que decía “Consejo Directivo”. También vi dentro del salón una mesa larga a la cual estaban sentadas unas estatuas doradas. Creí que se trataba de gatitos, esos gatitos chinos dorados a pila que levantan interminablemente la mano. Y pensé para mis adentros: “¿Ocho años más para que nos legislen gatitos dorados?”

     ¡Qué dilema!  Se nos plantean dos opciones que, a la vista de Tomatito Cherry, son bastante parecidas. Yo, como miembro del Grupo de Reflexión Docente, no puedo menos que reflexionar.

    Si no elijo al decano sino al consejero que me represente, tengo que asegurarme que haya transparencia. Que haya propuestas y respuestas. Que no haya clientelismos. Que haya diálogo, discusión, avance.

      Tengo que convencerme de que la democracia no es, entre otras cosas, la libertad de decir lo que quiera. También es la libertad de no escuchar lo que no quiero, y de disentir, y de consentir, y de agruparme en pos de lo que yo entiendo es el bien común.

     Y entonces, mis queridos amigos, colegas y vecinos, socios a perpetuidad del club de últimos orejones del tarro, chichipíos sin remedio, colegas, préstenme sus oídos y escuchen el siguiente destilado (música de milonga campera, apta para la payada):

Se nos vino don Raúl
con un baúl de propuestas,
ni ambiciosas ni modestas,
con la clara dirección
de mejorar las apuestas
continuando con la gestión.

Disputándole el espacio
vino Horacio el oponente,
con ideas, de repente,
de empezar la sublevación,
queriendo la dirección
pa’ la gestión hacer frente.

Don Raúl no estaba solo:
bajando del Etacer
‘taba Leo Rufiner
que sin mucho protocolo
dijo “Esta bandera enarbolo.
soy del palo, qué joder”

(El Etacer ya no existe
dirán todos, enojados
y como tigre encerrado
se me querrán ir encima:
está bien, seguro he pifiado
pero conseguí la rima)

Horacio nos comentó
que la Dotora Vionnet
saliendo de su chalet
a su fórmula arrimaba;
que la señora pensaba
sub-dirigir su ballet.

Me falta delicadeza
pa’ definir la cuestión:
esta es una votación
donde juega la conciencia.
Será así la consecuencia
si la razón nos tropieza.
                                                                                             
El potro del comisario
se lleva las de ganar:
sus cartas sabe jugar
el correcto funcionario.
Los muertos en el armario
seguro van a callar.

Sabe mucho de gestión,
sonriendo y calladito
todo, todo prolijito
y caminando despacio
le quiere ganar a Horacio
mostrando preocupación.

Don Horacio, el oponente,
a quien diremos Carozo
no tiene ningún embozo
en declararse el mejor,
es simpático, hablador
y bastante transparente.

Sabe lo que es la agachada
en su rol de consejero
y no digan que exagero
al ejercer mi memoria
en su larga trayectoria
vi también su mano alzada.

Preguntarán quién soy yo
pa’ decirles lo que pienso.
Nadie, che, sólo condenso
lo que pa’ todos es descarte
mal usando este gran arte
que algún hereje creó.

Como verán, no me juego
por candidato ninguno
no seré muy oportuno
ni me quiero hacer el tonto:
la situación que me afronto
es casi jugar con fuego.

He de elegir consejeros
que propondrán un decano:
es un hecho muy cercano
y no sé si son sinceros:
son muy sucios los senderos
que nos llevan por el llano.

Entonces, caros amigos
recuerden esta oración:
ante tan dura elección
obedezcan su conciencia
porque es mansa la paciencia
si se tiene la razón.

Docencia, investigación
y servicios a terceros
no nos dejan muy enteros
si sumamos la extensión.
Es nuestra la decisión
de organizar los ficheros.

Dormir tranquilo es la orden,
la cosa no es subversiva.
Mi posición no es altiva
y defiende sus razones:
Qué sabe el chancho de aviones
Si nunca miró p’arriba.

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