LEYENDO VIEJOS PAPELES

Por: Piolín de Chorizo (Docente de la FICH, memorioso)

            No todos son placeres en la vida de un docente universitario. A veces la pileta de natación de nuestra quinta necesita de una pintura, o (el Señor no lo quiera) las langostas chilenas que nos dieron de comer en nuestro último crucero caribeño nos hizo subir la urea, o (y aquí el demonio metió definitivamente su cola) debemos cambiar las cubiertas de nuestro SUV porque se nos gastaron algo en nuestro último “trip” por la Ruta 40, donde nos dimos el gusto de hacer un “off-road” en algún circuito rionegrino.

            Así estaba yo, meditando en la injusticia de algunas cosas de la vida en la terraza de mi penthouse, mientras saboreaba un daikiri pro-análisis, hecho con un excelente ron cubano añejo, limas brasileñas y hielo granizado de glaciar en retroceso, garantizado.

            Tomatito Cherry, mientras, luchaba con mi notebook tratando de hacer algo de lugar en el disco duro porque la maldita máquina le hacía destellar un mensaje que, traducido, decía algo así como “Estúpida, ¿no ves que estoy saturada?”.

-Mi amor, Piolincito de mi corazón, ¿podés borrar o compactar algo de toda la porquería que tenés acá?

-De ninguna manera, Tomatito de mi vida, luz de mis ojos, perfumado aire de mis atardeceres. Todo es importante, todo es necesario.

-A ver – decía Tomatito, mientras miraba los directorios. Al llegar a uno que decía GRD (único directorio que tenía solamente documentos, y cuyo nombre no decía explícitamente de qué se trataba) me preguntó:
-Decime, filósofo de café, ¿Qué es GRD, por ejemplo?

-GRD, Grupo de Reflexión Docente. ¿No te acordás?

-Ahora que me decís, sí. ¿Y todos estos documentos qué son?

-Algunas cosas que escribieron algunos miembros del Grupo. Algunos destilados que se me ocurrieron a mí a medida que algunas cosas nos pasaban.

-¿Puedo leerlas?

-Mmm.

-¿Todo lo que está firmado por Piolín de Chorizo lo hiciste vos?

-Y… sí. Algunas cosas las destilé yo, otras creo que las plagié de alguien, otras me las sugirieron.

-A ver.

Mientras mis destilados eran sometidos al implacable juicio crítico de Tomatito yo pensaba en las elecciones que se avecinan en la facultad y saboreaba, ya con mis pies en la tierra, otro vaso de agua de la canilla muy helada con unas gotas de limón, transpiraba la gota gorda en el pequeñísimo patio de mi más pequeño departamento maldiciendo este maldito veranito fuera de tiempo y lugar, puteando contra la triste y amarga sequía, los incendios forestales, el alquiler y la cuota de seguro del auto.

-“Me tengo miedo”.  “Suenan las campanas”. “A la vejez viruela”.  “Serpentea en los pasillos”. “Por fin una buena”. “El cine de mi barrio”.  “Creí que se trataba de gatitos”. ¿Todo esto escribiste?

-Y… sí.

-Después te quejás de que no te dan los tiempos para hacer bien investigación y docencia al mismo tiempo. Perdés el tiempo en estas fruslerías y …

-¿Que pierdo el tiempo en qué?

-Fruslerías. Tonterías. Cháchara estéril.

-Y bue… leelos, haceme la caridad. Después opiná.

Y mientras Tomatito Cherry leía yo pensaba en la clásica paradoja ¿Qué pasa cuando una fuerza irresistible se topa con un obstáculo inconmovible?. Para entretenerme, nomás.

-Disculpame, Piolincito mío. ¿Todo lo que escribiste acá es cierto?

-Dentro de todo lo cierto que puede ser un punto de vista, sí. ¿Por?

-Porque en algún momento pensé que hablabas sobre los Barones del Conurbano. Aprietes, discrecionalismo, clientelismo, puertas cerradas, un Consejo adicto…

-Exactamente. Un manejo profundamente inmoral de la cosa pública. ¿Sabés cuáles son las misiones históricas de la Universidad reformista?

-Y… la docencia, me parece.

-No solamente. La docencia es apenas una de tres patas. También la investigación y la extensión. Y mientras la actual gestión discurseaba sobre el reformismo, en realidad lo bombardeaba. Confundieron “Gestión de la Facultad” con “Facultad”, y así crearon un sistema clientelar y una ingeniería electoral perversa. Para ellos, tener puesta la camiseta de la facultad es tener puesta la camiseta de ellos.

-Pero claro, mi Piolincito. Ya sos lo bastante grande como para darte cuenta de que el uso discrecional de un poder que te es delegado termina en cosas así. Casi nepotismo, diría yo.

-Olvidate del “casi”. Son todos hermanos por el modo de llorar, Don Ata dixit. No respetan cátedras, departamentos, nada. En su afán de poder se pasan por donde nunca les da el sol la jerarquía de concursos, las necesidades expresadas, nada. Se ha dado el caso de que con tal de acomodar a alguien del palo han concursado cargos en cátedras donde el titular no estaba ni enterado. O lo que es peor y a veces duele más, a tipos recién ingresados a la docencia, como interinos o contratados, se les concursó el cargo y ya son ordinarios.

-¿Y qué ganan con ser ordinarios?

-Votan, Tomatito adorado. Votan y pueden dar vuelta un resultado adverso. Son “ciudadanos universitarios” con todos los derechos, por encima de la inmensa mayoría de antiguos contratados e interinos, que no tienen ningún derecho.

Pero… ¿Ustedes son muchos docentes?

-No tengo la lista ni tengo una idea muy precisa. De ver la cantina y los pasillos calculo que unos cuatrocientos.

-Que lo parió. ¿Y cuántas carreras tienen?

-Ahhh… qué preciosa pregunta. Tenemos un montón menos una.

-Ahora entiendo. Si todos son parecidos a vos, un “potz”, más vale que vayan a buscar laburo en Sudán (comento que en algún otro destilado Tomatito me trató de potz; ahí aclaro lo que significa).

-Escuchame, por favor. Tenemos una menos porque una mañana llegamos a la Facultad y … en este sombrero está, en este otro no está, ¡Plop! Desapareció una carrera. Maravilloso acto de magia, todavía no explicado ni comprendido. Otro maravilloso espectáculo que le debemos a esta gestión. ¿Necesitaban cargos? ¿Quizá derivar algún fondo que iba a parar a esta carrera? Nunca lo sabremos.

-No te puedo creer. Es una institución académica de alto nivel. ¿Todo se maneja por los cargos y la moneda?

-No son los cargos, así nomás. Son los cargos de gente adicta. Y no es la moneda. Son gruesos fajos de suculentos billetes. Actualmente nuestra facultad es un paradigma neoliberal, menemista. Está orientada al mundo de los negocios y de la consultoría, donde grupitos selectos de docentes y estudiantes – formando una estructura muy poco transparente pero bastante obvia – gozan de fuentes de financiamiento de magnitud tal que nuestra Facultad, ejemplo de excelencia académica en algún momento de su historia, se ha transformado en un mercado fenicio, donde los mercaderes compiten entre sí y cierran los mercados.

-No entiendo. ¿Podés bajarte de tu pedestal y hablarme claro? Soy maestra.

-Claro. La Facultad, en su avaricia, toma todos los trabajos que puede, incluso a costa de competir con sus propios egresados. Me pregunto si alguna vez se comerán un juicio de los colegios correspondientes. Más aún, ha surgido una elite de docentes-investigadores que generó una brecha jerárquica; por un lado estamos los que hacemos investigación y docencia y por el otro, los que hacemos servicios a terceros o los patrocinamos. Y, por supuesto, en este ámbito perverso, neoliberal, mercantilizado, anti reformista y fuertemente enrarecido, las direcciones de los departamentos, las comisiones de seguimiento de las carreras y todo lo que tenga que ver con el control de la calidad del meollo enseñanza-aprendizaje tenía que ser devaluado. Y así fue.

-No termino de entender. ¿Y ustedes, pretendidos reflexivos, no se enteraron de nada? ¿Se callaron entonces y ahora gritan? No me jodas. Si me disculpás, en mi barrio eso se dice “oportunismo”.

-De ninguna manera, no te lo permito. La falta de publicidad (en tiempo y forma adecuados a los ritmos que exige una institución  académica moderna) de los actos de gobierno, de las resoluciones administrativas que organizan la vida de la institución, de la planta docente y de gestión incluyendo becas, en no pocos casos nos ha dejado a oscuras y a los gritos a la hora de conocer los recursos (humanos y materiales) disponibles para poder desarrollar proyecciones y darnos una política de crecimiento sostenido acorde a un plan institucional. Todo se cocinó antes de que se apaguen las velas, lo mismo que con el Estatuto de la Universidad. Fue votado por un montón de gatitos dorados, con alguna honrosa excepción.

-¿Y ahora? ¿Qué va a pasar?

-No sé. Están pasando cosas raras. Profesores que nunca están se están haciendo ver por El Pozo. Y mirá que vienen de lejos. Se habla de intentos de soborno para asegurar la elección, si no darla vuelta. Aprietes hechos a la vista de los estudiantes, vergonzoso. Quién sabe qué cosas más veremos. Como vos decías, propio de los Barones del Conurbano. Cualquiera creería que estamos en la Isla Maciel, Quilmes o Berazategui.

Ahí nos quedamos, Tomatito y yo, mirándonos y pensando. Ella en todo lo que había leído y escuchado. Yo en todo lo que había escrito y dicho.

Tomatito se levantó en silencio, buscó un pen-driver y bajó todo el directorio GRD.

-No puedo borrar nada – me dijo. Bajo todo acá y guardalo. Releelo vos también, de vez en cuando. ¿Hay un cambio de gestión, no? Habrá que fijarse si no vale la pena publicarlos de nuevo, dentro de algún tiempo…

Ahí me quedé, saboreando mi limonada casera, apretando fuertemente el pen-driver en mi mano hecha un puño mientras hacía memoria de algunas frases. “Que nos dejen soñar, sino no los dejaremos dormir”. “Debemos recordarle a esta gente que no son los propietarios”. “No preguntes por quién doblan las campanas”. “Qué sabe el chancho de aviones si nunca miró p’arriba”. “Un grupo de trastornados que protesta y pregunta”. “Quiero que me refuten”. “También vi dentro del salón una mesa larga a la cual estaban sentadas unas estatuas doradas”. Y así, tantas otras frases destiladas de la desilusión, la amargura, los años perdidos, las promesas incumplidas, de haber sufrido el mal trato, la violencia ideológica, la discriminación gratuita.

No, pensé. Cualquier gestión que gane tiene que ser necesariamente mejor. Esto que está pasando es bueno: no hay un pensamiento único a la vista.

Yo, como buen agnóstico, no afirmo nada. Simplemente me pregunto si será cierto, como fantaseó el Dante buscando a su Beatriz, que los pozos más profundos del infierno están reservados a los indiferentes ante los inmorales.

Y también deseo que éste sea un corto adiós a La Gestión. Están dejando heridas sobre cicatrices. Negociaron con mi buena fe. Me negociaron. Nada de adioses prolongados y dolorosos. Un “chau” y listo, sin hipocresía y a cara lavada. Demostraron ser igual que los chanchos: no aprendieron de aviones porque no supieron mirar para arriba. No tienen más merecimientos.

Entonces, queridos amigos, vecinos, colegas y parientes, socios vitalicios del club de últimos orejones del tarro, chichipíos vocacionales, lectores de estos destilados: sean memoriosos. Relean mis viejos papeles y todas las cosas que aparecieron en la bitácora del GRD. Duerman tranquilos, miren para arriba y voten con la conciencia limpia.

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