El
ex decano de Ingeniería de la UBA y ex director del Instituto Nacional de
Tecnología Industrial (Inti), Enrique Martínez, advirtió que pese al
crecimiento registrado durante los últimos años en el país en ciertos sectores
de la producción y la tecnología, la presencia de las grandes multinacionales
sigue siendo un tema que amerita un profundo debate. Y que la universidad no debe estar
ajena a esta discusión, ya que señala que “no se ha pensado en formar al
ingeniero como emprendedor, gerenciador de ámbitos públicos o colaborador de la
economía social”.
08 abr, 2015
Invitado
por el Movimiento Universitario Evita a dar una charla en la Facultad de
Ingeniería de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), Martínez propuso —“sin
buscar efectos chauvinistas”, aclaró— avanzar a un debate sobre las
multinacionales, sobre todo por sus consecuencias en la importación de insumos,
en el giro de divisas al exterior, en la inversión y en su incidencia en el
tejido laboral.
En diálogo con La Capital,
propuso que las facultades también formen parte de este debate, a fin de
profundizar su vínculo con otros indicadores de estos años, como la demanda de
profesionales calificados en algunas áreas de la industria, el aumento
presupuestario en ciencia y educación, y los incentivos mediante becas para
recuperar la matrícula en las ciencias duras.
—¿Qué lugar debería tener el
debate sobre las multinacionales y el desarrollo nacional en la Universidad, en
tanto formadora de profesionales?
—La
formación tradicional de los ingenieros, desde siempre diría yo, ha buscado
integrarlos como instrumentos del gerenciamiento de organizaciones económicas
definidas por otros. Vale decir que se supone que el ingeniero es un trabajador
calificado de un nivel superior al del trabajador común, el técnico, pero que
termina siendo empleado de una corporación. Y no se ha pensado nunca en formar
al ingeniero como emprendedor, como gerenciador de ámbitos públicos. Y
muchísimo menos como un colaborador solidario de lo que podríamos llamar la
economía social.
—¿Por qué considera que esta
discusión está ausente?
—Durante
años cayó mucho la inscripción en las ingenierías y se ha insistido en
recuperar profesionales, pero orientados a una demanda muy fuerte en industria
de punta o sofisticada. Es decir una formación técnica cuidadosa para YPF, las
mineras, las petroquímicas o las grandes empresas de transformación de maíz.
Pero la verdad que nadie se preocupó demasiado en la falta de ingenieros para
tener una planta pequeña de una ciudad.
—¿Es decir que con los
incentivos y las becas solas no alcanza?
—No,
porque están orientados a formar trabajadores para las corporaciones, un rol
que es necesario pero no excluyente. El problema es que lo estamos considerando
como el único rol posible para los ingenieros.
—Incluso en las propias
facultades advierten que muchos estudiantes avanzados retrasan sus estudios o
dejan la carrera para trabajar en grandes empresas que los contratan
—Claro,
porque en el mercado de trabajo hay una demanda laboral persistente para las
grandes corporaciones y entonces discutir eso de formar con mayor capacidad
emprendedora para una economía social o para las empresas del Estado pasa a ser
poco relevante. Porque además hay que convencer a los ingenieros potenciales de
que eso puede ser interesante para su futuro profesional.
—¿Cuáles son algunas áreas de
vacancia en las que el país necesita profesionales calificados?
—Faltan
en cantidad químicos en ciencias exactas o ingenieros químicos para trabajar la
química fina en la Argentina. El país tiene necesidad de hacer desde síntesis
de medicamentos hasta productos químicos que importamos desde hace décadas por
miles de millones de dólares y no tenemos una adecuada formación en eso. Es
más, en el Inti cuando creamos esa unidad fue gracias a una persona que había
ido al exterior y que volvió entusiasmada con la posibilidad de trabajar en la
Argentina, pero tuvo que buscar colaboradores con mucho cuidado. Y finalmente
armó su grupo, pero la cabeza había sido formada en el exterior. Otro espacio
poco difundido —y que en el Inti tiene un grupo interesante— es el de las
tecnologías que tienen que ver con la organización y con la eficiencia en el
uso de recursos. Los líderes en eso, a escala de las industrias que necesita la
Argentina, son los japonenses. Japón estableció un mecanismo de colaboración
internacional con el Inti y se formaron unas 50 personas en esa especialidad,
pero son insuficientes en cantidad para las necesidades de la pequeña industria
argentina. Y hay empresas que han ganado mucha plata simplemente por pensar su
organización siguiendo la metodología japonesa.
—¿No nota también un lugar
marginal de las energías alternativas?
—Sí,
como si fuesen más un hobby que una especialidad, y eso es grave. En el caso de
la energía eólica tenemos dispersos en el Invap, la Conea y el Inti toda la
tecnología necesaria para hacer energía eólica. En cuanto a la solar parece una
mecánica popular pero tratada mucho más superficialmente. Pero incluyendo
Brasil, la Argentina es el país de Latinoamérica que en mejores condiciones
está en estos temas, salvo Brasil con la ingeniería civil o la electrónica,
donde nos llevan bastante ventaja. Por eso es también un debate pendiente en la
región.
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