Rolando García, interesante científico, epistemólogo y ex decano
de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, solía decir que
existen dos instituciones de mucha antigüedad con fuertes dificultades para
cambiar: la Iglesia Católica y la universidad.
Por Norma Giarracca
Rolando
García, interesante científico, epistemólogo y ex decano de la Facultad de
Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, solía decir que existen dos
instituciones de mucha antigüedad con fuertes dificultades para cambiar: la
Iglesia Católica y la universidad.
Llegó
a comprobar, en sus últimos años, cómo la universidad pública cambiaba a partir
de la implementación de la cultura neoliberal, aunque lo hacía de un modo muy
diferente al que él proponía. Boaventura de Sousa Santos comprendió esta
situación tempranamente y dedicó varios libros a explicar cómo se producen las
crisis institucionales, sobre todo la que refiere a la autonomía científica, y
a mostrar con detalle el proceso de mercantilización que el mercado y la
ganancia logran. Es decir, esta crisis no es sólo local sino que ha sido, tal
cual el neoliberalismo, un fenómeno global.
No obstante, en todo el
mundo hay universitarios y científicos que disputan con esta tendencia y a
veces logran llevar a cabo experiencias muy interesantes aunque no permanentes.
El problema que se presenta con la universidad es que no escapan a la crisis
del sistema de representación que se muestra en todos los niveles y, además, en
el caso de tener sede en ciudades de menor tamaño que las grandes urbes, la
localidad, sobre todo sus actores más poderosos, pueden influir mucho en ese
proceso. En efecto, especialmente en el caso de medianas ciudades, la
universidad tiene un significativo peso en la formación del sentido común y
opiniones en general, tanto para las generaciones jóvenes que se forman en ella
como para sus familiares que reciben información de modo indirecto, y pueden
darse reacciones contrarias a los cambios de la institución por parte del
poder, dificultando la permanencia y continuidad de la orientación.
En el último tiempo
conocimos una experiencia muy interesante en la Universidad Nacional de Río
Cuarto; la institución se abría a los problemas de su territorio y de su tiempo
y estaba logrando cambios en un sentido progresista. Río Cuarto es una ciudad
intermedia, ubicada en Córdoba y atravesada por el drama de la expansión sojera
y las consecuencias ambientales y sociales que esto acarrea; varios de los
sectores del poder responden a los intereses de Monsanto y del “agronegocio”,
en general, y no vieron con buenos ojos la nueva orientación de la universidad.
El grupo que pivoteó la
experiencia de la UNRC, con Marcelo Ruiz en el rectorado, logró la
participación de sujetos (colectivos) que no tienen representación en los
“consejos tradicionales” de la ciudad; la generación de observatorios como los
de Conflictos Socioambientales, impulsando fuertes debates sobre los modelos
productivos y las problemáticas ambientales; la creación del Observatorio de
Derechos Humanos, con un consejo de notables integrado por Estela de Carlotto,
Vicente Zito Lema y Adolfo Pérez Esquivel y con la participación activa de
múltiples organizaciones de la ciudad; la crítica fundada de ese Observatorio,
en conjunto con la Universidad Nacional de Córdoba, a la situación de las
personas en contextos de encierro (institutos de menores, cárceles y
hospicios); la crítica al Código de Faltas; la generación del Observatorio de
Prevención de Adicciones y las acciones conjuntas con el Sedronar; la creación
de la Comisión de Género, el trabajo sistemático y permanente con la Mesa de la
Diversidad, los problemas campesinos de la región, las articulaciones con el
fuerte debate dentro de la Justicia.
Pero tal vez lo más audaz
y novedoso fue la propuesta de reflexión epistémica que llevó a cabo mediante
seminarios con interesantes referentes de los nuevos pensamientos, donde se
cuestionó ya no la forma de abordar un problema concreto, sino las bases mismas
del modo de producir conocimientos. Se trata de una crítica profunda al
eurocentrismo epistemológico que, por su razón de pretender la universalidad,
ha producido un verdadero “epistemicidio” (Boaventura de Sousa Santos),
privando a la humanidad de conocimientos que, en la propuesta de la “ecología
de saberes” de Santos, permitirían comprender y modificar positivamente un
mundo cada vez más complejo y devastado.
* Socióloga.
Instituto Gino Germani (UBA).
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