La producción de
conocimiento, independientemente de las posiciones teóricas y políticas de los
investigadores, está cerrada en un círculo privado, ajeno a cualquier
compromiso con el común, incapaz de intervenir en lo social. Esto afecta tanto
a la función de la universidad pública como a nuestra tarea cotidiana: pérdida
de sentido, desilusión, impotencia política, cinismo.
En esta entrevista, el colectivo español
Indocentia aborda una serie de problemas
asociados al productivismo académico y a la neoliberización de la universidad.
Tales problemas, si bien parecen más agudos en Europa, también emergen con
intensidad creciente en Brasil y en otros países sudamericanos. En
oportunidades anteriores el blog de GEAC publico intervenciones que, en
consonancia con las preocupaciones del colectivo Indocentia, abordan
específicamente el sistema de evaluación de posgrado brasileña (Do epistemicídio: a ciência como produção pela
produção; O antropólogo como produtor: a luta de classes na
antropologia e um exemplo de colonização epistêmica).
Entrevista al colectivo de profesores y estudiantes Indocentia sobre la transformación neoliberal de la Universidad.
"¿En qué nos estamos convirtiendo?” Esa pregunta dispara
uno de los textos del colectivo Indocentia dedicados a analizar críticamente la
transformación de la Universidad española en estos últimos años.
Efectivamente, ¿en qué se convierte la Universidad cuando la
reducción del gasto público incrementa la presión competitiva por fondos y
estudiantes? ¿En qué se convierte el ejercicio de la docencia cuando se
considera una actividad de segunda, al tiempo que se estandariza e
instrumentaliza la relación pedagógica? ¿En qué se convierte la investigación
sometida a criterios y rankings que valoran principalmente lo cuantificable,
exhibible y comercializable?
Convertir, mucho más que convencer. Transformar los
comportamientos, mucho más allá de las opiniones. Lo que está en juego en la
transformación neoliberal de la Universidad es la relación con el saber y con
uno mismo. Hemos aprendido a enfrentarnos a poderes que se nos oponen como algo
exterior, coactivo y represivo, pero ¿qué pasa cuando se trata de poderes que
se presentan como evidentes y deseables?
El colectivo Indocentia agrupa a profesores, profesoras y
estudiantes de la Universitat de València. Su reflexión sobre la universidad
española arraiga en los problemas particulares del modo de producir
conocimiento en las ciencias sociales (psicología, educación, sociología,
etc.), problemas que, aún compartiendo muchos elementos en común, se
manifiestan seguramente de forma diferente en las humanidad o en las ciencias
experimentales.
Los miembros de Indocentia que han contestado colectivamente a
las preguntas de esta entrevista son: Lucía Gómez, Francisco Jódar, Almudena Navas,
Carmen Montalba, Joan Carles Bernad, Antonio Santos, Manolo Rodríguez, Clara
Arbiol, María Jesús Bravo y Daniel Sánchez. Contacto: indocentia@gmail.com
La revolución cultural neoliberal
1. Afirmáis en uno de
vuestros textos que el problema actual en
la Universidad, contra lo que me parece que aún es el sentido común crítico, ya
no es exactamente la endogamia, la pasividad, la burocracia, la rigidez, lo
memorístico, la apatía... ¿Por qué se mantienen esos clichés entonces? ¿Qué es
lo que nos impiden ver y pensar?
Indocentia: Estos viejos problemas
forman parte de una crítica mediática y supuestamente progresista que no
atiende a los problemas de la universidad actual. Por ello, es importante
mostrar el uso político que se ha hecho de ellos, su valor pragmático, la
función que han tenido y tienen como justificación de reformas de carácter
neoliberal en el ámbito universitario.
Reformas que apelan a la endogamia para avanzar en la
desregulación laboral de quienes empiezan y enfrentar a colectivos precarios; a
la pasividad para implementar mecanismos de (pseudo) participación
neoempresarial en la gestión y procedimientos pedagógicos estandarizados e
infantilizadores en la docencia; a la calidad para disciplinar la
producción de conocimiento de acuerdo a lógicas competitivas; al academicismo para supeditar el
sistema educativo al productivo...
De ahí la necesidad de desvelar la contradicción entre la
retórica con la que se presentan las reformas y los efectos que generan. Por
ejemplo, en el caso de la crítica a la endogamia, no deja de sorprender que las
medidas nunca hayan pretendido otorgar seguridad a las posiciones más precarias
para evitar su dependencia de los poderes locales y de toda una lógica
relacional insoportable (redes clientelares que no solo perviven, sino que se
han acomodado perfectamente a las nuevas exigencias productivistas y
“meritocráticas”).
Por tanto, entendemos que es importante llevar a cabo una
“crítica en tiempo real”, que cuestione los efectos de las transformaciones
recientes de la universidad: la exigencia de hiperactividad vacía e inocua, la
progresiva mercantilización del conocimiento, la devaluación de la docencia, la
fragilidad y dependencia de las posiciones más precarias...
2. En esa transformación neoliberal de la Universidad, decís que
es esencial el “cambio de cultura del profesorado”. Las directrices europeas
que citáis en vuestros textos insisten mucho en esto. Me interesa especialmente
este aspecto de “revolución cultural” que implica el neoliberalismo. ¿En qué
consiste? ¿Por qué es tan importante que el profesorado se vuelque en la
investigación? ¿En qué tipo de investigación?
Indocentia: Sí, los distintos documentos
que desde la Comisión Europea vertebran la construcción del Espacio Europeo de
Educación Superior no ocultan que el éxito del proceso de reforma depende de la
transformación del profesorado de forma que se establezca una alianza entre sus ambiciones
personales y los objetivos valorados por la institución. Algo que no deja de ser inquietante.
Las nuevas reglas del juego privilegian la investigación al
tiempo que devalúan la docencia; una investigación sometida a las reglas que le
permitan competir, una investigación que se pueda cuantificar y exhibir, una
investigación obediente.
En primer lugar, se lleva a cabo una redefinición del profesor
como investigador en términos de prestigio y estatus. Frente a la docencia, la
práctica investigadora es transformada en una inversión en el propio currículum
que sí reporta beneficios subjetivos (valoración) y materiales (compensaciones
retributivas). La docencia se define como carga, actividad que hay que soportar
para poder llevar a cabo las actividades de investigación que son las que
generan distinción y reconocimiento.
Es ilustrativo en este sentido el Real Decreto-Ley 14/2012, de “medidas urgentes de
racionalización del gasto público en el ámbito educativo”, que establece que la
actividad docente ha de graduarse en atención a la “intensidad y excelencia” de
la actividad investigadora reconocida. La docencia queda directamente definida
como “castigo”. La exigencia de rentabilizar los resultados de la investigación hace que el
profesorado deserte de la docencia, que se convierte en obstáculo para la
promoción académica. Dedicar esfuerzo a la docencia es “perder el tiempo”.
En segundo lugar, se encauza la producción de conocimiento en
función de criterios globales de productividad/calidad que permitan competir. En
este espacio de capitalismo académico, el conocimiento se
somete progresivamente a indicadores de producción que tienen valor en
circuitos cerrados. Como recoge claramente la Estrategia de Universidad 2015: “el
conocimiento es un capital pero es necesario identificar en él lo que realmente
tiene de valor para el mercado”.
Esta revolución neoliberal en curso está siendo un éxito. Sin apenas resistencia, ha sido
capaz de construir investigadores emprendedores dispuestos a
comprometerse en el proceso ciego y permanente de competencia por contratos,
publicaciones, proyectos. Sin embargo, la misma función de la universidad pública se
pervierte: la producción de conocimiento va perdiendo su dimensiónsocial y se
convierte en un valor de cambio ligado a las exigencias
del mercado impidiendo su valor de uso, su conexión con
determinadas posiciones y problemas. Es decir, en un producto inocuo que ha de
contar en el circuito virtual y autorreferente de los rankings.
3. Vuestros textos analizan pormenorizadamente esta cuestión de
la “transformación de las subjetividades” en el proceso de mutación en marcha
de la Universidad. ¿En qué se diferencia la transformación de las
subjetividades de un cambio ideológico?
Indocentia: Los procesos de
reconfiguración identitaria no afectan únicamente a nuestros ideas, valores o creencias,
sino que modifican también nuestros deseos, aspiraciones, motivaciones,
placeres, los modos de relación con uno mismo, transforman nuestra
interioridad. Por eso no se trata solo un cambio ideológico.
Las nuevas formas de gobierno neoliberal modifican nuestras
subjetividades: nos convertimos en investigadores competitivos, activos,
polivalentes y flexibles, en “empresarios de nosotros mismos”. El “profesorado
excelente” trabaja solo por y para sí. Incorporamos el cálculo
coste-beneficio no solo a la hora de planificaruna investigación, sino también a la hora de gestionar nuestras relaciones.
Dos aspectos favorecen la penetración en los cuerpos de esta
lógica instrumental. Por un lado, la actividad investigadora es concebida como
un proceso donde nos estamos jugando, no solo la posibilidad de progreso en
nuestra carrera académica, sino también nuestra propia imagen, la posibilidad
de reconocimiento, un proyecto de identidad que desborda lo profesional.
Rankings, estadísticas, memorias de investigación, tablas comparativas,
informes, plataformas o registros virtuales de citas, publicaciones,
seguidores...nos proporcionan esa valoración, la posibilidad de ocupar un
espacio-marca.Todo ello obliga a un proceso continuo de competición interna que
fragmenta y enfrenta al profesorado.
Y por otro, estas formas de regular nuestra conducta dependen de
nuestra iniciativa “voluntaria”. Es decir, aunque no se puede negar
su carácter coercitivo (sobre todo para los que empiezan), operan también a
través de la fascinación, de la identificación con estas reglas del juego. De
ahí la enorme dificultad de ejercer la crítica a los dispositivos de dominación
que nos configuran.
Discursos y prácticas: excelencia y evaluación
4. Vuestro análisis se centra en dos dimensiones materiales de esa
“revolución cultural”: los discursos (excelencia, emprendimiento, etc.) y las prácticas (sobre todo
la evaluación y la rendición de cuentas). Empecemos por los discursos. Afirmáis
que importa menos lo que significa la palabra “excelencia” que lo que “hace
hacer” en este contexto. ¿Qué “hacen hacer” esos discursos, qué efectos
producen?
Indocentia: Discursos como excelencia, espíritu emprendedor,
innovación, autorrealización... pretenden instaurar un sentido común
compartido o regla de juego que naturalice la necesidad de competir. Desde los
rectorados, se lleva a cabo un trabajo pedagógico-propagandístico dirigido a
que nos identifiquemos individualmente con exigencias que no dependen de uno
mismo y que no se cuestionan.
La excelencia es un concepto vacío pero que tiene poder
performativo, nos incita a intensificar continuamente el rendimiento al tiempo
que impide cualquier crítica: ¿hay alguien que quiera ser lo contrario de excelente? La excelencia pasa de
ser una cualidad inaprensible a significar: ranking, competitividad,
resultados. Permitiendo también lanzar el mensaje de que la universidad se está
convirtiendo en una estructura administrativa semejante a una empresa, capaz de
planificar estratégicamente, evaluar y ejecutar.
El emprendimiento asociado a la retórica de la iniciativa, la
apertura, la asunción de riesgos y retos, la creatividad, la reinvención, la
transformación de ideas en actos, el liderazgo de proyectos…. muestra su lado
más desvergonzado y cínico cuando se nos demanda que en el aula incentivemos el espíritu
emprendedor de los y las estudiantes. Aquí
podemos ver en qué se ha convertido la universidad-empresa: ¿por qué se les
pide a los y las estudiantes que asuman riesgos individuales mientras se
invisibilizan las condiciones sociales que generan desigualdades en esa
apuesta? ¿Por qué se publicita el emprendimiento y no se denuncia la
precariedad que les espera?
5. En cuanto a los mecanismos de evaluación y rendición de
cuentas, ¿de qué tipo son, cómo funcionan, qué generan?
Indocentia: Agencias de calidad como
la ANECA (dirigida a acreditar la calidad del profesorado) y la CNEAI (que
reconoce, a través de los sexenios, la actividad investigadora realizada en
períodos de cinco años), priorizan como criterios de valor la publicación de
artículos en revistas científicas incluidas en bases de datos elaboradas por
dos empresas privadas, Thomsom Reuters y Elsevier (propietarias respectivamente
de las bases de datos WoS y Scopus), en detrimento de otros formatos y modos de
canalizar la actividad investigadora. Estos criterios de valor reproducen una
lógica colonial, son un efecto de lógicas de poder geopolíticas (que marginan y
desprecian las revistas científicas no anglosajonas, que imponen sin discusión
el inglés como lengua neutra...) y, a pesar de las críticas de todo tipo que
han generado, conservan intacta su capacidad de definir quién vale y quién no.
La bibliometría no ha traído resultados de investigación excelentes, pero sí sabemos que ha
despertado la astucia y las triquiñuelas de una parte profesorado que adapta su
trabajo hacia lo que se considera clave en la evaluación: se abandonan las
monografías o libros porque puntúan menos y dan más trabajo frente a los
artículos con índices medibles de impacto; setrocean las investigaciones de
forma que salgan varios artículos, lo que está generando una inflación de papers inabarcable y vacía; se
publica aunque la investigación no esté concluida y los resultados sean escasos
o poco sólidos; seprovocan ("fiddling
with the data...") resultados positivos porque los negativos son menos publicables;
se apuesta por investigaciones breves, que puedan permitir publicar con
rapidez; se recurre al autoplagio, al plagio, a las autocitas, a las redes de
citas, a las guerras de citas, a no citar a posibles competidores.
En este escenario, son frecuentes las relaciones clientelares,
las “familias” basadas en alianzas estratégicas, en intercambios interesados
orientados a la maximización de resultados (autorías rotativas, contactos en
revistas...) y no en la necesidad de producir formas
colaborativas de pensamiento e investigación.
El conocimiento se somete, se pliega a estos criterios de
valoración “internacionales”, supuestamente “neutrales”, pero que disciplinan,
estandarizan y empobrecen el trabajo investigador (promueven metodologías
legítimas, modos de enunciación autorizados, parámetros temporales, contenidos
prioritarios). Esta dependencia se manifiesta de forma diferente en cada
disciplina. En las ciencias sociales no es difícil percibir la estrecha
relación entre las áreas temáticas que permiten financiación de proyectos de
investigación y las actuales formas de producción y pensamiento hegemónico:
empleabilidad, emprendimiento, inteligencia emocional, resiliencia, estrés
positivo, prácticas de éxito escolar...
La producción de conocimiento, al margen de las posiciones
teóricas y políticas de los investigadores, se encierra en un circuito
privatizado, ajeno a cualquier compromiso con lo común, incapaz de intervenir
en lo social. Ello afecta a la función de la universidad pública pero también a
nuestra tarea cotidiana: pérdida de sentido, desilusión, impotencia política o
cinismo.
6. Estas exigencias de disponibilidad continua, hiperactividad,
optimización, movilización permanente... ¿qué efectos tienen sobre el
pensamiento, sobre la enseñanza (una actividad “generosa, viva,
inconmensurable” como decís), sobre los mismos cuerpos?
Indocentia: Es precisamente la
hiperactividad aquello que está paralizando el pensamiento, la reflexión. La carrera investigadora
no tolera ni tiempos vacíos ni logros acabados y duraderos. La valía se ha de
actualizar continuamente en un proceso sin fin. De ahí la emergencia del
llamado “sexenio vivo” y el uso que se está haciendo del mismo (se penalizan
los períodos donde el ritmo de producción no ha sido constante). Se instala una
relación con el conocimiento desencarnada, instrumental, acelerada, regida por
el corto plazo. El ritmo de trabajo se ajusta a los requisitos temporales y
estandarizados que exigen los dispositivos evaluadores.
Estas exigencias ponen en peligro el carácter artesanal y
creativo de los procesos de producción de conocimiento. Lo que vale, lo
que cuenta, lo que tiene valor (de mercado) es la acumulación, la
superficialidad, la continua novedad sin raíz. Se trata de un nuevo
modo de expandir la sumisión en el trabajo intelectual. Una pérdida de la
dimensión crítica de la investigación que, paradójicamente, se asocia al
aumento de la excelencia de nuestras universidades.
Dar una buena clase requiere mucho tiempo y esfuerzo en su
preparación. Precisa entrega y generosidad. Continuamente experimentamos que la
pasión que el profesorado transmite en el aula es lo que logra movilizar las ganas
de saber de los estudiantes. ¿Es posible una medición de todo esto? La relación
pedagógica no se deja apresar en términos instrumentales y rentabilistas. De
ahí nuestra crítica a los dispositivos de control y gestión de la actividad
docente como el infame programa Docentia. Un programa troyano, un software
aparentemente inofensivo que al ejecutarlo ocasiona daños irreparables. Su
principal efecto no va ser aumentar la calidad de la enseñanza, sino introducir
la lógica del coste-beneficio en la docencia, de forma que también ahí
orientemos nuestra conducta hacia los aspectos premiados. Y ello además, en un
momento en que la docencia se devalúa y pasa a ser, como decíamos, el castigo
para los profesores y las profesoras no excelentes (penalizados con muchas más
horas de docencia) .
En la vida del profesorado se instala, no solo la angustia ante
las exigencias evaluadoras, sino también la culpa por no estar a la altura de
ese ideal deexcelencia. Y el padecimiento de estas afecciones de un modo individual y
privado. Vidas fragmentadas y en deuda permanente. Cuerpos que no se pueden
permitir una bajada de energía, de intensidad productiva. Cuerpos que han
aprendido a no distinguir entre tiempo de trabajo y tiempo de no-trabajo.
Cuerpos fuertes e independientes, sin debilidades ni vulnerabilidades. Cuerpos
que no tienen que ser cuidados y que no cuidan a otros cuerpos. Cuerpos
hiperproductivos y ajenos a los compromisos con la vida reproductiva. La
excelencia mata, la competitividad enferma, decimos desde Indocentia.
Formas de resistencia creadoras, no nostálgicas
7. ¿Cuál es la actividad de Indocentia, su alcance, su eco?
Indocentia: Indocentia es un espacio, formado primero por docentes y que ahora se está abriendo
también a estudiantes, que pretende abrir preguntas, mantener abierta la
capacidad de extrañarnos, ensayar formas de desobediencia activa. Es un intento
de problematizar en qué nos estamos convirtiendo en
la universidad. En un momento en el que
estamos más individualizados que nunca queremos politizar en común nuestro
malestar. Construir una posición que nos ayude a sostenernos compartiendo lo
que, en nosotras, resiste a encajar en el juego de la universidad neoliberal.
Buscamos enfrentar formas de sometimiento y vaciamiento del
sentido público de la universidad. Creemos en una docencia que permita
relaciones pedagógicas vivas. Queremos detenernos, pensar y abrir otros
sentidos de lo posible.
Nos cansa ser empresarios de nosotros mismos, jugar al juego de
instrumentalizar oportunidades, contactos, relaciones. Sabemos que nuestra
autorrealización no depende de nuestra puntuación en cualquier ranking y
sospechamos de la obligación misma de autorrealización y de implicación
continua. Nos indigna que se ofrezca emprendimiento a nuestros estudiantes
explotados.
8 ¿Cómo leer las resistencias a la transformación neoliberal de
la Universidad? Se me ocurre que si el nuevo paradigma de poder y control pasa
por los cuerpos (es “biopolítico”, como se dice), tal vez las resistencias se
expresen también “físicamente” aunque en formas ambiguas: depresiones, bajas
laborales, etc. ¿Veis esto en vuestro entorno?
Indocentia: Las condiciones que definen hoy la producción de conocimiento en
la universidad (exigencias de flexibilidad temporal, funcional y horaria,
inestabilidad laboral en las figuras precarias...) tienen consecuencias en la
salud: ansiedad, desgaste psíquico,
incertidumbre, culpa. Junto a esto, la deriva
productivista, la gestión rentable vacía de sentido nuestro trabajo.
Pero esa realidad no cuenta, no se politiza. La lógica
meritrocrática esconde que la posición de género, clase y la inserción en
(determinadas) redes sociales en la institución definen desigualmente la
posibilidad de alcanzar determinados resultados. Y provoca una peligrosa
atribución individual del fracaso. Por ello, es importante releer, interpretar
en clave colectiva, estas manifestaciones de malestar descalificadas o
silenciadas como “privadas”. Aquí, también, lo personal es político.
9. Si hoy el poder es "interior" y “voluntario”, si
pasa por nuestra propia adhesión subjetiva a las formas de autorrealización que
nos propone seductoramente el sistema (reconocimiento, valoración,
visibilidad), ¿qué se puede hacer, cómo se puede luchar o disentir? ¿Cómo se
pueden construir otros espacios de pensamiento sin quedar relegados a la
invisibilidad, a la auto-marginación? ¿Dónde veis esas resistencias y/o
creaciones?
Indocentia: Para las posiciones más
precarias, la posibilidad de disenso es difícil, están obligadas a cumplir las
reglas del juego si quieren aspirar, en un horizonte incierto y competitivo, a
mantener su puesto de trabajo. Pero sorprendentemente, quienes no ponen en
juego su estabilidad laboral tampoco consiguen romper las identificaciones
(motivaciones, aspiraciones, deseos) asignadas por la racionalidad neoliberal.
Están capturados.
La producción de otros espacios de pensamiento y resistencia
pasa por generar otras formas de reconocimiento colectivo a nuestro trabajo,
distintas a las que nos ofrece la empresa Thomsom Reuters; por dar valor a
vínculos en los que no solo haya instrumentalización del otro; por no someter
la investigación a los circuitos rentables; por intentar construir espacios
comunes a pesar de nuestra fragmentación y jerarquización; por no desertar de
la docencia y proteger ese espacio de relación.
En todo caso la resistencia tiene que ser desobediencia y
creación; una mirada nostálgica no tiene sentido. Una universidad pública y
democrática está aún por construir.
10. “Iniciativa, apertura, asunción de riesgos, retos,
creatividad, reinvención permanente, proyectos”... El lenguaje neoliberal es
emocional, entusiasta y movilizador. ¿Cómo luchar contra él, cómo dar la pelea en el
lenguaje? ¿Desenmascarando lo que esconden las palabras, tratando de
reapropiárselas y darles otro sentido, inventando otras nuevas...?
Indocentia: A pesar del atractivo
con el que se presentan, creemos que es importante mostrar los efectos de estos
discursos en la universidad (efectos que dependen siempre de la relación que
mantienen con dispositivos prácticos, como la tecnología evaluadora).
La excelencia se convierte en un incentivo para que aumentemos de manera
constante e ilimitada la productividad; la calidad esconde sometimiento a
estándares y formatos cuantitativos y arbitrarios; el emprendimiento actúacomo ilusión de
agencia y logro personal en el trabajo investigador; la audacia y el riesgo como prescripciones que,
cuestionando los derechos y protecciones laborales, convierten en deseables
situaciones corrosivas y precarias.
La lucha tendría que conseguir, no solo evidenciar los efectos
producidos por estos discursos, sino también por generar otra sensibilidad hacia
ellos. Generar desafectos. Convertirlos en lo que
son: estribillos estridentes e insoportables . Al mismo tiempo,
tendríamos que ser capaces de incorporar otros elementos de valor al trabajo
investigador y docente: trabajo compartido, trabajo artesanal, honestidad,
compromiso. En esta línea encontramos la "Carta de la Des-excelencia" (Charte de la desexcelence) impulsada por un grupo
de universidades francesas y belgas.
11. Si el poder es micro y pasa por la transformación de las
subjetividades, ¿qué podría aportar positivamente un cambio macro, en el poder
político, sobre la gestión y el gobierno de las Universidades? ¿Cómo veis el
panorama al respecto, qué posición tienen sobre las transformaciones en curso
de la Universidad las formaciones de la “nueva política”?
Indocentia: La transformación neoliberal de las subjetividades depende de un
conjunto heterogéneo de discursos y prácticas donde los cambios organizativos y
legislativos tienen un peso importante.
Esto se aprecia bien si atendemos, por ejemplo, a la regulación
actual del sexenioa partir del Real Decreto-Ley 14/2012 que premia por la posesión
de determinados tramos de investigación con una reducción de la carga docente y
penaliza con un aumento significativo de la docencia. De forma que consigue
dividir al colectivo, paralizar la crítica y la acción colectiva y consolidar
un imaginario en el que la docencia no tiene valor. O si atendemos a los
efectos subjetivadores que están produciendo en el profesorado universitario
las normativas y disposiciones de las distintas agencias evaluadoras. Por
tanto, no se puede renunciar a la posibilidad de producir colectivamente nuevas
reglas, nuevas praxis instituyentes.
Es importante que aquellas formaciones políticas que han sido
capaces de denunciar el efecto de las políticas neoliberales en algunos
ámbitos, sean también capaces de hacerse cargo de lo que supone esta deriva en
la universidad. Sin embargo, constatamos que la potencia del discurso mediático
al que hacíamos referencia al inicio y la respuesta neoliberal que se ofrece
como garantía de modernización y solvencia (calidad, competitividad,
meritocracia, excelencia…) sigue impregnando algunas propuestas y diagnósticos
de las nuevas formaciones políticas. Es necesario dar un paso más. Es necesario
avanzar en la crítica. Es urgente comprometerse y disputar el sentido también
en el espacio universitario. Hay demasiado en juego.

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