Suenan las campanas


Frère Jacques, Frère Jacques,
Dormez-vous?
Dormez-vous?
Sonnez les matines! Sonnez les matines!
Din, dan, don. Din, dan, don

Por: Piolín de Chorizo (docente de la FICH, con miedo)

Éste es un fin de año bastante especial. No voy a caer en las obviedades de un fin del mundo más que no fue, ni en el ya para mí cansador tango “Cambalache”. Tampoco voy a sugerir siquiera que ya es tarde para hacer un balance, porque después de todo uno hace sus balances cuando cae en la cuenta de que las cuentas no están del todo equilibradas y el rojo empieza a destellar muy a menudo en las columnas del debe y el haber. Un rojo que a veces duele como una cachetada en las pupilas y aturde como una serie de campanazos súbitos, muy graves, reverberantes e inesperados detrás del tímpano. Ahí es cuando miramos a los costados, nos rascamos la frente, nos sentamos en el cordón de la vereda, encandilados y ensordecidos, y nos preguntamos “Eh, loco, ¿qué te pasa?  ¿Por quién doblan las campanas?”.

Ahí es donde yo, Piolín de Chorizo, engrasado y descartable, bueno para una sola cosa una sola vez (como tantas cosas que ustedes se imaginará, queridos compañeros, amigos y vecinos), como docente universitario reflexivo, trato de racionalizar la cosa y pensar que, al fin y al cabo, todos hacemos nuestros balances y no por eso chocaron los planetas. Los que somos cristianos aprovechamos las navidades para amar a todo el mundo, y todos los días – o al menos los domingos – rogamos que perdonen nuestras deudas u ofensas y ofrecemos la debida contraparte; todos en paz. Los que somos judíos tenemos nuestro Día del Perdón (Yom Kippur), donde con gran algarabía nos perdonamos todos entre nosotros, le pedimos perdón a Dios por haberle incumplido en un montón de cosas, y lo perdonamos a Él por habernos elegido y por otro montón de cosas. Los seguidores del Profeta somos igual a los demás: sonreímos siempre y decimos zalemas, aseguramos que todo está bien mientras afilamos los alfanjes y limamos las asperezas (guardando las limaduras, por las dudas). Los más cuidadosos en ese sentido creo que son los budistas; si te dicen que todo está bien, entonces todo está bien.

Pero todo esto es pour la gallerie. La mayor deuda, y sin poder esconderla en un bolsillo de nuestra conciencia, la tenemos con nosotros mismos. No podemos ocultarnos ni olvidar que hemos perjudicado a alguien, queriendo o no. Tampoco podemos olvidar, aunque perdonemos, que nos han ofendido, humillado y menospreciado, como docentes y como personas. Y por si esto fuera poco, hermanos, colegas y vecinos, quienes ofenden, humillan y menosprecian son nuestros propios compañeros. Desafío a todos ustedes a que me hagan acordar un (sólo uno) reclamo serio que les hayamos hecho a nuestras autoridades en los últimos diez años que haya sido satisfecho en tiempo y forma. Sigo con los desafíos: les pido que me recuerden si alguna vez, en los últimos años, se ha tomado alguna medida que nos beneficie a todos nosotros. Y fíjense que, repito, quienes no satisfacen reclamos y no toman medidas positivas son nuestros propios compañeros (que eso y no otra cosa son nuestras autoridades y nuestro Consejo, transitoriamente en esos cargos para los que los hemos elegido).

Escucharemos gustosos los brindis de fin de año, y los discursos aburridos de principios de año o de gestión, o de fin de gestión, donde se asegura que todo es maravilloso y todo reluce como miel sobre hojaldre. Más aún, ofrezco a nuestras autoridades una tabla, necesariamente incompleta, formadora de discursos. La tablita tiene cuatro columnas y doce filas, y se puede formar frases hermosas tomando, al azar, un elemento de la primera columna y anexarle elementos, tomados al azar también, de las columnas dos, tres y cuatro, en orden:
Queridos compañeros
la realización de las premisas del programa
nos obliga a un exhaustivo análisis
de las condiciones administrativas y financieras existentes.
Por otra parte, y dados los condicionamientos actuales
la complejidad de los análisis dirigenciales
Cumple un rol esencial en la formación
De las directivas de desarrollo para el futuro.
Asimismo
El aumento constante, en cantidad y en extensión, de nuestra actividad,
Exige la precisión y la determinación
Del sistema de participación colectivo
Sin embargo, no hemos de olvidar que
El nuevo modelo de actividad de nuestra casa
Garantiza la participación de un grupo importante en la formación
De las nuevas proposiciones
De igual manera
La estructura actual de nuestra casa de estudios
Ayuda a la preparación y realización
De las actitudes de los miembros hacia sus deberes ineludibles
La práctica de la vida cotidiana prueba que
El desarrollo continuo de distintas formas de actividad
Cumple funciones importantes en la determinación
De las direcciones educativas en el sentido del progreso.
No es indispensable argumentar el peso y la significación de estos problemas, ya que
Nuestra actividad de información y de extensión
Facilita la creación
Del sistema de formación de equipos que correspondan a las necesidades.
Las ricas y diversas experiencias nos muestran que
El reforzamiento y desarrollo de las estructuras
Obstaculiza la apreciación de la importancia
De las condiciones de las actividades apropiadas.
El afán de organización, pero sobre todo
La consulta con los numerosos actores
Ofrece un ensayo interesante de verificación
Del modelo de desarrollo institucional.
Los superiores principios ideológicos, condicionan que
El inicio de la formación general de formación de las actitudes
Implica el procesos de reestructuración y modernización
De las formas de acción
Incluso, bien pudiéramos atrevernos a sugerir que
Un relanzamiento específico de todos los sectores involucrados
Habrá de significar un auténtico y eficaz punto de partida
de las básicas premisas adoptadas
Es obvio señalar que 
La superación de experiencias periclitadas
Permite en todo caso explicitar las razones fundamentales
De toda una casuística de amplio espectro.

No reclamo la autoría de esta tabla. Como los lectores se habrán percatado, es muy antigua y muy usada para hablar mucho y no decir nada.

Cambiando ahora, abruptamente, el enfoque de este escrito, quisiera referirme, aunque sea un poco, a la calidad de la educación.

Hace algunos días cenaba con dos amigos, y respectivas de cada uno. Siendo seis a la mesa, es tradicional que se intente arreglar el mundo, pero también es usual que se estrechen las miras, quedando todo en arreglar el trabajo nomás (como si no fuera de este mundo).

Así se generó una muy jugosa discusión sobre Sarmiento y la paradigmática Miss Mary, la universidad de la década del ‘60, y del establecimiento de la didáctica y la pedagogía como ciencia o como arte, o como las dos cosas. Mi respectiva, Tomate Cherry (docente) sostenía que tanto la didáctica como la pedagogía son ciencias, o al menos disciplinas muy fundadas, con cientos de enciclopedias, tratados, tesis y métodos a su favor. La respectiva de Álabe Suelto, Pintura al Alibour, sostenía que tanto la didáctica como la pedagogía eran artes, que surgían del corazón (o de alguna otra víscera, no lo recuerdo con exactitud), y que su aplicación en el aula era, sobre todo, un asunto de sentimiento. La tercera de nuestras respectivas, Licor de Plumas, intentaba calmar a su respectivo (Quirquincho Anfibio), enfervorecido por la discusión y con sus inhibiciones disueltas en alcohol, que estaba en contra tanto de Tomate Cherry como de Pintura al Alibour  y a favor de algo que aún debe aclararnos, mientras Álabe Suelto y yo, Piolín de Chorizo, cabeceábamos filosóficamente, bajando una exquisita tarta de manzanas con un extra brut muy espumante y frapé.

En realidad, y pensando en retrospectiva, me di cuenta de que Quirquincho Anfibio pretendía basar la calidad de la educación superior en la fuerza de la relación maestro – discípulo, en la pasión y entusiasmo que puede transmitir un buen docente, moldeador de vocaciones, y que esa pasión es inherente a cada uno o viene implícita en la personalidad de cada uno.

Y, casi casi, teníamos ahí, tirados sobre nuestra mesa, tres enfoques y – al menos de mi parte – una gran confusión. Porque, queridos amigos y vecinos, una cosa jodida es decir lo mismo con distintas palabras, pero más jodido aún es decir cosas distintas con las mismas palabras. No hay nada que hacerle, sepan disculpar que sea lerdo y del campo.

Me parece que Tomate Cherry tenía razón, por dos motivos. El primero de ellos es simplemente jerárquico: donde manda capitán, no manda marinero. El segundo de ellos, vaya coincidencia, también es jerárquico. Ella es docente por formación, vocación y profesión, y yo no. Soy, nada más, un campesino curioso.

Y analizando un poco más en profundidad, Pintura al Alibour también tenía razón, aunque solamente en parte, pues me pareció que pese a ser también docente por formación, vocación y profesión, desdeñaba expresamente el aprendizaje formal de la didáctica y de la pedagogía, reduciendo todo a un asunto de inspiración. A mí me parece que no basta.

Es ahí cuando me hice, una vez más, la pregunta del millón; la misma que se hacen Álabe Suelto y Quirquincho Anfibio: ¿Es necesario ser doctor para ser buen docente? Y hasta me atreví a ampliar la pregunta: ¿Es suficiente ser doctor para ser buen docente? ¿Dónde está la formación pedagógica? Y me acordé de los cuatro grandes docentes que tuve, y para quienes decirles magníficos es ponerles un piso, y maravillosos, un techo. Me refiero a Juan Carlos Alarcón, Armando Ottalagano, Romeo Miretti y Carlitos Paoli, que me sacaron del campo y pretendieron instalarme en la ingeniería y el buen razonamiento. Gente con pasión, con recursos, con conocimientos, con criterio. Por supuesto que puede ser una lista incompleta y que habrá quienes no estén de acuerdo con los nombres. Está bien, son mis nombres y mis paradigmas, y nadie está obligado a compartirlos.

Y caí en la cuenta de que ninguno de ellos tuvo o tiene el doctorado. Más aún, Juan Carlos no era ingeniero, y muy posiblemente hoy en día no pueda ni inscribirse a un concurso por no alcanzar los estándares de la CONEAU. Ninguno de ellos, excepto Carlos, publicó nada, excepto apuntes de cátedra.

Todo esto son disquisiciones que me hago en medio de los balances, y ¿saben qué? No tengo la respuesta.

Me parece que la mejora en la educación trasciende al problema de la didáctica, la pedagogía y la fuerza del ejemplo. Por supuesto que todo esto es importante, y ahora me está clara la postura de Néstor Calvo: nada de esto está en la agenda de quienes ejercen el poder. Y si algo de esto figura, es sólo una cuestión cosmética.

No reniego de quienes, con inocultable entusiasmo, colectan cifras y estadísticas para explicar los recursados, abandonos, penas y olvidos. Estas cifras son necesarias para interpretar el fenómeno local.

A nivel global, vecinos y amigos, sepamos y admitamos que la educación y las instituciones que la imparten son herramientas de quienes practican el poder para llevar a cabo políticas de estado. no es admisible que estas herramientas y quienes las gobiernan no sean funcionales a esta política de estado.

No lograrán hacerme creer que, desde un decanato o un rectorado, se es opositor a estas políticas. Se es una herramienta útil, y tendrás subsidios, presupuesto, personal y aplausos, o no se es. Un trozo de hielo no se seca con paños tibios. Y por sus frutos serán conocidos: la Ley de Educación Superior sigue siendo la vieja y conocida 24521, desde 1995. Refrescad mi cansada memoria, amigos, parientes y vecinos. ¿Quién campeaba en estas regiones por esas épocas?

Como les decía antes, estas son cosas deshilvanadas, sueltas, que arruinan mi sueño de campesino mientras pienso en mis burguesas vacaciones en Las Toninas o por ahí, en los temas que debemos enfrentar en el GRD, en la inmortalidad del cangrejo y en un vaso de cerveza de barril, escarchado y con un leve cuello. Sería bueno, como Susana V. dijo hace no mucho, que pensemos en mejorar la educación pero – aclaro yo – sin dejar de ser dialécticos. Así como el hombre es el hombre y su circunstancia, las instituciones tampoco están ni son solas.

Volviendo al principio, recordemos a John Donne, quien ya en el siglo XVII decía en sus “Meditaciones” algo que expresó Hemingway y se me hace que tomó Carl Jung para desarrollar su sicología profunda. Y pidamos también a nuestras autoridades que relean (o lean) o Donne. Decía: “Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una parte de la tierra.; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti.”

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deje su mensaje, y debajo, su nombre y email.