UNA DIETA DE PASTAS RELLENAS

Parte 4 – Más claro, echale agua.


Por Piolín de Chorizo (docente de la FICH, añorando el asadito)

-Te la hago corta. Durkheim era un sociólogo que aseguraba que  el hecho social tiene una fuerte capacidad de coerción y de sujeción respecto del individuo, y Hirschi un criminólogo que decía que la pregunta correcta no era por qué el ser humano delinque, sino por qué no delinque. Si a esto le sumás un trasfondo friedmanista, llegás a lo que está pasando en tu facultad: la suma de todos los controles sociales mediante la explotación, la sumisión y el engaño en hacerles creer que ustedes son una casta privilegiada de vagos sin remedio, y que deben demostrar, a cada rato y de todas las maneras posibles, que no son vagos, que no son delincuentes, que no son improductivos, porque la hipótesis básica es que ustedes son vagos, delincuentes e improductivos. Y para todo esto hace falta un mecanismo de control: encuestas, planillas, horarios-silla, número de publicaciones, etc., etc., etc. Y ni se te ocurra no cumplir con algo, porque seguro que te sancionan de alguna manera o te sacan del sistema. ¿Acaso no te amenazaron alguna vez?

-Sí, explícitamente. Si no llenás la maldita planilla te destripan, luego te fusilan, después te ahorcan y por último te decapitan, tus restos serán reciclados como alimento para los perros de la facultad y tus bienes serán destinados a la Fundación Pro-Ayuda al Ñoqui Jubilado, administrada por el Leo Fariña. Y todo constará en tu legajo.

-Más claro, echale agua. Todo es absolutamente coherente. Para ejercer el control sobre la criminalidad (ustedes) hace falta sujeción con mano dura, exigencias a cumplir rajatablísticamente y la existencia de una burocracia superior que ejerza el control, y que sea fiel, sumisa y abundante, a fuerza de excelentes salarios y prebendas superavitarias. Así nacen también los panópticos que se usan en las cárceles, las unidades de terapia intensiva y en algunas facultades, la separación no solamente funcional sino también física entre ellos y ustedes, y alguna otra cosita que se me escapa. Y lo peor de todo es que se lo tienen merecido. No tienen derecho al pataleo.

-¡No, no y no! ¿Cómo que nos lo tenemos merecido? ¡Es indignante!

-Ay Piolincito mío, mi querido, mi cruz. ¿Es que no te das cuenta? Se han convertido en una cáfila, una perejilada lumpen sin conciencia de que son laburantes y de que lo único que separa a un peón de albañil de ustedes es que el peón de albañil pone los músculos desde el cuello para abajo y ustedes, gracias a que alguien les bancó los estudios, ponen los del cuello para arriba. Peor aún, el peón tiene un solo gremio – aunque la Uocra sea por lo menos discutible – y no un montón, tienen paritarias, tienen vacaciones y tiene un solo jefe. Y desde el bedel para arriba, todos los administrativos, subsecretarios, secretarios y demás relleno de ravioles para arriba son o se portan como tus jefes. Esclavos ilustrados, eso es lo que son. Ah, ¡y encima! Algunos de ellos se llenan la boca con el lustre y calidad de “esta casa de altos estudios”, y los que lustran y califican son ustedes, no ellos.

-¡Pero es que no hay ellos y nosotros! Somos todos lo mismo, estamos en la misma casa, comemos juntos en la cantina, usamos los mismos sanitarios, agarramos los mismos baches!

-Me parece que no entendiste nada. Me cansaste.

Dicho esto Tomatito encaró para el dormitorio, buscando más medias para remendar.

Y yo… me quedé pensando. ¿Y si se nos ocurre empezar a hacer lo mismo que ellos nos hacen? Que cada uno de ellos – porque sí, son ellos, han hecho todo lo posible por diferenciarse – llene planillas donde nos cuente a nosotros absolutamente todo. Cuánto gana, cuántas horas por semana cumple, qué cargo de gestión y/o  o administrativo tiene y cuándo y cómo se hizo del mismo, bajo qué régimen está (efectivo, contratado) en qué cátedras está, desde cuándo y bajo qué régimen entró a la misma, qué jurados hubo en su concurso si lo tuvo y al mismo tiempo en qué secretaría o raviol está cumpliendo funciones, qué cometidos cumple, en qué servicio a tercero está metido y todo eso, por supuesto, acompañado por la correspondiente resolución del Consejo Directivo. Además, qué cargos tiene en otra repartición y con qué dedicación, qué beca recibe si la tiene y que explique, en menos de trescientas palabras, en castellano e inglés, qué hizo y qué hace para que la Facultad tenga lustre, calidad y renombre. Y todo verificable. Además, nosotros los docentes tendremos la obligación de llenar encuestas sobre las tareas que ellos cumplen, pero no serán encuestas dirigidas, sino elaboradas por gente que sepa de eso. Ah, y desenganchar sus sueldos de los nuestros. Que peleen sus propias peleas.

Se me ocurren tantas cosas que se podrían hacer…

Pero no. No podemos perder el tiempo en pensar en esas cosas. Se nos vienen los congresos, simposios y seminarios y los trabajos sin terminar, tenemos que preparar los parciales y corregir los prácticos, no me acuerdo qué pasó con la declaración jurada de Ganancias, me parece que hoy no fiché la entrada, tengo que profundizar en dos temas para la clase de mañana, pelearme en bedelía porque el aula que me asignaron no me alcanza ni para media comisión, y encima los ascensores no funcionan, me congelaron el sueldo hasta julio y, por más que mire hacia arriba, sigo sin aprender nada de aviones.

Qué karma, señor, qué karma.

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