Por Piolín de Chorizo (docente de la FICH, añorando el
asadito)
-Te la hago corta.
Durkheim era un sociólogo que aseguraba que el
hecho social tiene una fuerte capacidad de coerción y de sujeción respecto del
individuo, y Hirschi un criminólogo que decía que la pregunta correcta no era
por qué el ser humano delinque, sino por qué no delinque. Si a esto le sumás un trasfondo friedmanista, llegás a
lo que está pasando en tu facultad: la suma de todos los controles sociales
mediante la explotación, la sumisión y el engaño en hacerles creer que ustedes
son una casta privilegiada de vagos sin remedio, y que deben demostrar, a cada
rato y de todas las maneras posibles, que no
son vagos, que no son delincuentes,
que no son improductivos, porque la
hipótesis básica es que ustedes sí
son vagos, delincuentes e improductivos. Y para todo esto hace falta un
mecanismo de control: encuestas, planillas, horarios-silla, número de
publicaciones, etc., etc., etc. Y ni se te ocurra no cumplir con algo, porque
seguro que te sancionan de alguna manera o te sacan del sistema. ¿Acaso no te
amenazaron alguna vez?
-Sí,
explícitamente. Si no llenás la maldita planilla te destripan, luego te
fusilan, después te ahorcan y por último te decapitan, tus restos serán
reciclados como alimento para los perros de la facultad y tus bienes serán
destinados a la Fundación Pro-Ayuda al Ñoqui Jubilado, administrada por el Leo
Fariña. Y todo constará en tu legajo.
-Más
claro, echale agua. Todo es absolutamente coherente. Para ejercer el control
sobre la criminalidad (ustedes) hace falta sujeción con mano dura, exigencias a
cumplir rajatablísticamente y la existencia de una burocracia superior que
ejerza el control, y que sea fiel, sumisa y abundante, a fuerza de excelentes
salarios y prebendas superavitarias. Así nacen también los panópticos que se
usan en las cárceles, las unidades de terapia intensiva y en algunas
facultades, la separación no solamente funcional sino también física entre
ellos y ustedes, y alguna otra cosita que se me escapa. Y lo peor de todo es
que se lo tienen merecido. No tienen derecho al pataleo.
-¡No,
no y no! ¿Cómo que nos lo tenemos merecido? ¡Es indignante!
-Ay
Piolincito mío, mi querido, mi cruz. ¿Es que no te das cuenta? Se han
convertido en una cáfila, una perejilada lumpen sin conciencia de que son
laburantes y de que lo único que separa a un peón de albañil de ustedes es que
el peón de albañil pone los músculos desde el cuello para abajo y ustedes, gracias
a que alguien les bancó los estudios, ponen los del cuello para arriba. Peor
aún, el peón tiene un solo gremio – aunque la Uocra sea por lo menos discutible
– y no un montón, tienen paritarias, tienen vacaciones y tiene un solo jefe. Y
desde el bedel para arriba, todos los administrativos, subsecretarios,
secretarios y demás relleno de ravioles para arriba son o se portan como tus
jefes. Esclavos ilustrados, eso es lo que son. Ah, ¡y encima! Algunos de ellos
se llenan la boca con el lustre y calidad de “esta casa de altos estudios”, y
los que lustran y califican son ustedes, no ellos.
-¡Pero
es que no hay ellos y nosotros! Somos todos lo mismo, estamos en la misma casa,
comemos juntos en la cantina, usamos los mismos sanitarios, agarramos los
mismos baches!
-Me
parece que no entendiste nada. Me cansaste.
Dicho
esto Tomatito encaró para el dormitorio, buscando más medias para remendar.
Y
yo… me quedé pensando. ¿Y si se nos ocurre empezar a hacer lo mismo que ellos
nos hacen? Que cada uno de ellos – porque sí, son ellos, han hecho todo lo
posible por diferenciarse – llene planillas donde nos cuente a nosotros
absolutamente todo. Cuánto gana, cuántas horas por semana cumple, qué cargo de
gestión y/o o administrativo tiene y
cuándo y cómo se hizo del mismo, bajo qué régimen está (efectivo, contratado)
en qué cátedras está, desde cuándo y bajo qué régimen entró a la misma, qué
jurados hubo en su concurso si lo tuvo y al mismo tiempo en qué secretaría o
raviol está cumpliendo funciones, qué cometidos cumple, en qué servicio a
tercero está metido y todo eso, por supuesto, acompañado por la correspondiente
resolución del Consejo Directivo. Además, qué cargos tiene en otra repartición
y con qué dedicación, qué beca recibe si la tiene y que explique, en menos de
trescientas palabras, en castellano e inglés, qué hizo y qué hace para que la
Facultad tenga lustre, calidad y renombre. Y todo verificable. Además, nosotros
los docentes tendremos la obligación de llenar encuestas sobre las tareas que
ellos cumplen, pero no serán encuestas dirigidas, sino elaboradas por gente que
sepa de eso. Ah, y desenganchar sus sueldos de los nuestros. Que peleen sus
propias peleas.
Se
me ocurren tantas cosas que se podrían hacer…
Pero no. No podemos perder el tiempo en pensar en esas
cosas. Se nos vienen los congresos, simposios y seminarios y los trabajos sin
terminar, tenemos que preparar los parciales y corregir los prácticos, no me
acuerdo qué pasó con la declaración jurada de Ganancias, me parece que hoy no
fiché la entrada, tengo que profundizar en dos temas para la clase de mañana,
pelearme en bedelía porque el aula que me asignaron no me alcanza ni para media
comisión, y encima los ascensores no funcionan, me congelaron el sueldo hasta
julio y, por más que mire hacia arriba, sigo sin aprender nada de aviones.
Qué
karma, señor, qué karma.
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