Henry L. Roediger III, Profesor de psicologIa en la Universidad de Washington
Las
evaluaciones tienen actualmente mala fama en
los círculos educativos: llevan tiempo, dicen sus detractores, generan presión
sobre los estudiantes, y, en el caso de los exámenes estandarizados, descartan
otras prioridades educativas. Sin embargo, lo cierto es que, bien empleada, la
evaluación como parte de una rutina educativa aporta una herramienta importante no sólo para medir el aprendizaje sino
para promoverlo.
Las
evaluaciones tienen actualmente mala fama en
los círculos educativos: llevan tiempo, dicen sus detractores, generan presión
sobre los estudiantes, y, en el caso de los exámenes estandarizados, descartan
otras prioridades educativas. Sin embargo, lo cierto es que, bien empleada, la
evaluación como parte de una rutina educativa aporta una herramienta importante no sólo para medir el aprendizaje sino
para promoverlo.
En una
investigación que publiqué con el psicólogo Jeffrey D. Karpicke evaluamos cómo
recordaban los alumnos el material que leían. Luego de una lectura inicial,
se interrogó a los alumnos respecto de algunos pasajes, se les dio una hoja de
papel en blanco y se les pidió que recordaran todo lo posible.
Recordaron un 70% de las ideas.
Sobre
otros pasajes no se hizo ninguna evaluación pero fueron releídos y de esa
manera 100% de las ideas fueron nuevamente expuestas. En las evaluaciones
finales realizadas dos días o una semana más tarde, los pasajes que se habían
evaluado después de la lectura fueron mucho mejor recordados que los que habían
sido releídos.
¿Qué está en juego aquí?
Cuando se
evalúa a los alumnos, se les exige que recuperen conocimientos desde la
memoria. Gran parte de la actividad educativa, como conferencias y lecturas de
manuales de enseñanza, apunta a ayudar a los alumnos a adquirir y almacenar
conocimientos. Hay, no obstante, distintos tipos de evaluaciones que, bien empleadas,
alientan a los estudiantes a practicar la valiosa habilidad de recuperar y
utilizar conocimientos.
El hecho
de que mejore la retención después de un cuestionario fortalece el aprendizaje
y lo ancla con mayor firmeza en la memoria.
Esto es
fundamental, pues muchos estudios revelan que gran parte de lo que aprendemos se olvida fácilmente.
Es, por
ende, desafío fundamental de la enseñanza encontrar una manera de frenar el
olvido.
La
cuestión es cómo
estructurar y utilizar eficazmente las pruebas.
Una idea
que otros científicos y nosotros descubrimos es que las evaluaciones son más
útiles para los alumnos cuando se integran a la actividad regular de aprender y lo que
está en juego no es un éxito o un desastre, como en los exámenes
estandarizados.
Esto
significa evaluar
el aprendizaje nuevo dentro del contexto de las clases normales y las rutinas
de estudio.
Los
estudiantes de los cursos con un régimen de evaluaciones informales no decisivas llevan adelante su aprendizaje hasta
el final del ciclo y se adaptan a ese régimen, pese a ser escépticos en un
primer momento.
Además,
recuperar conocimientos desde la memoria es más útil cuando las sesiones de
práctica están espaciadas de manera que se produzca cierto olvido antes de
tratar de volver a recuperarlos.
El esfuerzo agregado que exige recordar la información refuerza
el aprendizaje. También es bueno que la práctica de recuperación sea mixta: ya
se trate de practicar cómo hacer distintos tipos de lanzamientos en béisbol o
de resolver distintos problemas de geometría, se puede discriminar mejor qué
tipo de lanzamiento o qué problema de geometría se enfrenta y encontrar la
solución correcta.
Curiosamente,
también está comprobado que las estrategias de estudio más comunes –como
subrayar, resaltar y releer- crean ilusiones de dominio pero son en gran medida
un esfuerzo inútil porque no
involucran la práctica de acceder o aplicar lo que saben los alumnos.
Debemos cambiar la manera de pensar los exámenes.
No debe
ser una final angustiosa del trabajo de un semestre sino elmedio
por el cual los estudiantes avanzan desde el comienzo del semestre hasta su fin,
fijando enseñanzas y reorientando su esfuerzo hacia áreas de debilidad en las
que se requiere más trabajo para lograr aptitud.
Los
exámenes estandarizados son hasta cierto punto una búsqueda de mayor rigor en
la educación pública. Pero podemos lograr rigor de otra manera.
Podemos instruir a los profesores para que utilicen evaluaciones
informales en la clase.
Podemos
enseñar a los alumnos los beneficios de la práctica de recuperación y cómo
utilizarla en su estudio fuera de clase. Estas medidas cuestan poco y cultivan
hábitos de un aprendizaje exitoso que les servirá a lo largo de toda su vida.
Copyright The New York
Times, 2014. Traducción de Cristina Sardoy.
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